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‘Swishejant’ (disculpe, no aceptamos efectivo) (traducción al español)

Publicado el 18 de marzo del 2020
El 9 Nou - Autor: Francesc Bellavista

 

¿Es posible una economía sin monedas ni billetes, sin efectivo? Para  dar  respuesta  –compleja y sujeta a muchos condicionantes- será necesario seguir con interés el intento de algunos países nórdicos de eliminar el uso de monedas físicas: en Suecia la normativa habilita los establecimientos comerciales, gasolineras y restaurantes a no aceptar pagos en efectivo y se ha fijado que el año 2030 han de desaparecer todos los billetes y monedas.

Esta regulación incide en el comportamiento de las personas y ya son muchas otras las actividades en las que se aplica voluntariamente: en determinadas iglesias, en lugar de pasar el cepillo, los feligreses hacen los donativos de forma electrónica a la cuenta que aparece en una gran pantalla. Esto ha comportado una ampliación de los rituales  de la Misa cuando después de cada colecta todo el mundo levanta su móvil para demostrar que ha contribuido al sostenimiento de la parroquia.

También ha promovido el uso de nuevas aplicaciones informáticas, fundamentadas por los siete principales bancos y por el gobierno del país. Es el caso de Swish, que permite hacer pagos, mediante el móvil, entre particulares y de forma instantánea (por cierto: esto ha resucitado la costumbre típica  entre nosotros de repartir la factura a partes iguales entre los comensales, método que en algunas zonas de España se conoce como a escote y en otras a la catalana). Con este sistema uno de los comensales paga toda la cuenta y el resto le envían, electrónicamente y al instante, la parte que le corresponde. La app es tan popular que, en este país, swishejar ja es sinónimo de pagar. Más difícil de solucionar es el problema que se origina cuando uno de los comensales necesita ir al servicio -de pago electrónico- del centro comercial donde se encuentra y solo lleva efectivo: ¡ay ¡ entonces sí que las opciones que se le presentan  a uno son muy limitadas.

EN CONTRA DE LA ELIMINACIÓN DEL DINERO

Si bien en Suecia dos terceras partes de la población está en contra de la eliminación total del dinero físico, el amplio uso de las tecnologías y la  fe ciega  en  que sus gobernantes y instituciones financieras no harán mal uso de los datos, ha motivado que los pagos en efectivo se hayan reducido de manera drástica y representen una parte muy pequeña de todas las transacciones de los consumidores. La aceptación ha sido tan masiva que ha provocado una espiral en contra del dinero físico: cuanta  menos gente lo utiliza, más comerciantes y bancos se niegan a aceptar efectivo y cada vez hay menos cajeros automáticos a disposición del público.

Esta aceptación práctica no ha impedido que surjan movimientos como “Kontantupproret” (“rebelión del efectivo”) en contra de la eliminación del dinero físico, por considerar que perjudica  a personas mayores no acostumbradas  a  las nuevas tecnologías y, sobre todo, por la posible limitación  a la independencia e intimidad personal.

La disminución de efectivo ha sido inesperada y tan rápida que también empieza a preocupar a las autoridades, ya que, aparte de dejar fuera de juego, a muchos colectivos poco habituados a las nuevas tecnologías, también consideran que abandonar el control del efectivo en manos privadas y con total dependencia de la tecnología constituye un riesgo estratégico que podría llegar a paralizar el país en caso de ataque cibernético o de un ataque físico por parte de un tercer país (Rusia es un vecino muy próximo a  alguna de las islas bajo jurisdicción sueca, recordémoslo).

LA SITUACIÓN EN ESPAÑA

En España -es evidente que las circunstancias difieren mucho de la de los suecos, sobre todo por lo que respecta a la confianza en  los gobernantes e instituciones financieras-, el porcentaje de pagos en efectico por parte de los consumidores es muy elevado y se sitúa en la franja alta de los indicadores sobre el uso de efectivo en los países europeos. Y es, curiosamente, muy parecido al de Alemania, país con gran afición a pagar en efectivo –un representante del Bundesbank reconoce que a los alemanes les encantan los billetes- y donde mucha gente considera que la eliminación de esta forma de pago es anticonstitucional porque restringe derechos fundamentales de las personas vinculados a la propiedad, la libertad y la intimidad. Así, entienden que la obligación de efectuar todos los pagos con tarjetas o por medios digitales puede impedir el soporte económico a personas, entidades sin afán de lucro o cualquier otra organización contraria al gobierno de turno.

En cualquier caso, parece que el camino hacia la desaparición del dinero físico es inevitable por la progresiva implantación masiva de dispositivos electrónicos de pago y su intensa utilización por parte de las nuevas generaciones  que ven el dinero en efectivo como algo anacrónico. Seguramente nuestros nietos se reirán de sus abuelos cuando les hablen de billetes de colorines.

La supresión del dinero físico tiene muchas ventajas prácticas (reducción de los costes de emisión del transporte, así como el mayor control de la delincuencia, la corrupción y el fraude fiscal).Pero para muchos ciudadanos, estos beneficios no justifican la eliminación de una alternativa que evite un control absoluto por parte del estado y, por lo  tanto, una nueva limitación en la esfera de sus libertades individuales.

En cualquier caso, no hace falta sufrir: los alemanes están a favor de los billetes y, si puede ser, de los de 500 euros.