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Coronavirus, expertos y políticos (traducción al español)

Publicado el 17 de abril del 2020
El 9 Nou - Autor: Francesc Bellavista

 

En medio de la pandemia no me puedo abstraer del pensamiento sobre la difícil y comprometida situación de los máximos líderes políticos, derivada de la imperiosa necesidad de tomar delicadas, y muchas veces dolorosas, decisiones. Decisiones que afectan la situación personal de muchas personas y colectivos, con una incidencia particular entre los más vulnerables.

Si obviamos errores de previsión -como pueden ser la falta de material sanitario y la protección de determinados colectivos o  el caso de las residencias de gente mayor, sobre los cuales ya tendremos ocasión de debatir una vez hayamos superado la crisis, se echa en falta, por encima de otras consideraciones, el imprescindible liderazgo que una situación como esta requiere.

Dejar las decisiones -sobre todo las de alcance más político- en  manos de expertos (entre ellos, los científicos) es una muestra más de esta falta de liderazgo y no deja de ser una manera de intentar tapar el descredito actual de la clase política. Que conste que no consideramos dentro de esta categoría de expertos a los militares y otras fuerzas del orden que, con la misma finalidad, acompañan las comparecencias públicas de algunos políticos.

Un experto no es más que un profesional que cuenta con un conocimiento especializado y técnico sobre una materia concreta. Pero esto no implica necesariamente que sea la persona más adecuada para tomar decisiones de tipo político, precisamente  por su posible falta de visión global de la realidad -en sus diversas dimensiones- del momento actual.

Es probable que los diferentes expertos sanitarios que han salido a la luz pública estas últimas semanas adolezcan de esta falta, esto es, tener una visión parcial del problema. El objetivo prioritario -y loable- perseguido por la comunidad médica y científica es evitar el colapso de los centros sanitarios, que de producirse podría dejar sin la adecuada atención médica a mucha gente y forzaría a los equipos sanitarios a hacer cribados no deseados en función de la viabilidad de cada paciente. Por esta razón defienden, a capa y espada, aplanar la curva de contagios por medio del confinamiento total de la población y parada de cualquier actividad no imprescindible.

Pero el decisor político no solo ha de tener en cuenta la opinión -importante- de los expertos, sino que ha de adoptar una visión más amplia y tomar en consideración muchos otros factores, así como también las eventuales limitaciones y restricciones que imponen las circunstancias existentes. Y mal que nos pese, entre estos otros condicionamientos ocupan un lugar importante los económicos y, dentro de estos, la tradicional dicotomía entre el corto plazo y el medio y largo plazo.

En cuanto a los factores económicos a corto plazo, es prioritario tomar medidas para evitar que las empresas cierren y/o despidan trabajadores de forma definitiva. Una empresa de éxito es el resultado de un proceso de selección natural y lucha competitiva después de muchos años de esfuerzo creando productos, formando trabajadores, luchando con la competencia y batallando para consolidar clientes y mercados. Sería una lástima que todos estos esfuerzos colectivos se quedasen en nada como consecuencia de la pandemia, entre otros motivos porque muchas de estas empresas son irrepetibles.

Es por este motivo que los diferentes gobiernos y otros organismos económicos internacionales y multilaterales están poniendo sobre la mesa medidas inmediatas que eviten los cierres irreversibles y ayuden a los trabajadores a superar este embate, aunque la contrapartida sea el inevitable aumento de la deuda pública.

Ahora bien, teniendo en cuenta los casos español e italiano en los que la deuda pública se sitúa, respectivamente, en el 100% y el 160% del PIB, es obligatorio pensar a medio y largo plazo: ¿hasta qué punto puede llegar este endeudamiento sin provocar un aumento peligroso de la prima de riesgo? Una vez pasada la crisis, ¿cómo devolveremos la deuda? ¿Tendremos que volver a hacer penosos ajustes de gasto y aumentos de impuestos, como los de la anterior crisis financiera del 2008?

Tomar decisiones en este contexto no es nada fácil. Cuidemos ahora de la salud y la vida de los ciudadanos y confiemos que los efectos de la pandemia sean temporales para, una vez doblegada, poner con celeridad y fortaleza hilo en la aguja para conseguir de nuevo la normalidad perdida.