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DESIGUALDADES I: EL ASCENSOR SOCIAL AVERIADO

Publicado el 20 de abril del 2017
“La globalización exige una corrección de rumbo y la desigualdad (que genera la globalización) constituye actualmente uno de los mayores desafíos para nuestra economía y para nuestras democracias. La desigualdad genera una profunda sensación de injusticia” Barack Obama, discurso de despedida en Atenas.

La constatación de que a los trabajadores de los países desarrollados no les alcanzan los beneficios de la incipiente recuperación económica ha encendido un intenso debate sobre las desigualdades y sus causas. Incluso el “insensible” FMI ha empezado, recientemente, a preocuparse por esta cuestión.

Quizás la mejor síntesis sobre el creciente descontento de las clases medias en los países desarrollados la hizo recientemente Christine Lagarde, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI):

“Ante la ausencia de confianza, de trabajo, de esperanza y el desencanto sobre el futuro, si lo combinamos con un crecimiento más bajo, la mayor desigualdad y mucha más transparencia, tenemos entonces los ingredientes perfectos para una crisis de las clases medias de los países avanzados”.

De esta frase merece destacar, en primer lugar, que la crisis de la que habla está afectando, principalmente, a las clases medias de los países avanzados.

En segundo lugar, la Sra. Lagarde obvió mencionar las causas de este fenómeno, quizás para evitar poner en evidencia el papel activo del organismo -que ella misma dirige- como coadyuvante de dicha situación:

– globalización (de la cual ya me ocupé en mis posts de fecha 6 y 16 de diciembre).

– políticas rigurosas de ajuste fiscal para combatir la crisis, y

– desarrollo tecnológico (comentado en mis posts de fecha 4 y 12 de enero).

Es muy difícil separar el impacto de estas tres causas sobre la pérdida de bienestar de las clases bajas y medias en los últimos años.

En relación a la globalización solo añadir a los posts antes indicados, y siguiendo al economista Ernest Llarch, que en los años setenta los países de la OCDE generaban el 80% del PIB mundial mientras que se prevé que en 2030 este porcentaje se habrá reducido al 43%. Es evidente que el desequilibrio existente, desfavorable a los países menos desarrollados, no podía mantenerse eternamente y que, a pesar de que este hecho nos fue ocultado -por falta de valor- por los dirigentes de los países avanzados, el resto del mundo tiene derecho a un bienestar similar al de estos últimos.

Obama, cuando en su despedida manifestó que la globalización exige una corrección de rumbo, era consciente, al igual que lo son los más críticos contra este fenómeno, de que hoy en día un cierre de fronteras nos llevaría a una recesión mundial de efectos imprevisibles. En resumen, la globalización es irreversible lo cual no significa que no sea posible una globalización diferente.

Continuando con la alocución de la jerarca mundial, nos queda comentar otros tres aspectos importantes, siempre en relación a los países avanzados:

1. La transparencia
Algunos autores (Moisés Nahun, entre otros), opinan que siempre han existido desigualdades pero que en los últimos años éstas han adquirido una enorme visibilidad, debido a la aparición de personas que han llegado a ser multimillonarias de manera escandalosa gracias a las nuevas tecnologías y debido a la mayor transparencia comunicativa derivada de las nuevas tecnologías de la información.

2. La mayor desigualdad.
Casi nadie duda de que, si contemplamos el problema de forma global, el nivel de vida medio de la humanidad ha mejorado, aunque las diferencias hayan aumentado dentro de muchos países, principalmente los más desarrollados. En muchas áreas de Asia se ha producido un millonario trasvase de gente desde el campo, donde vivían miserablemente, a las ciudades donde han encontrado un empleo más digno, por lo que se podría decir que, a nivel mundial, con la globalización hay más desigualdades pero hay menos pobres (González Casanovas).

Las desigualdades sociales se han producido durante toda la historia de la humanidad. Quizás desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la crisis económica de los años setenta del siglo pasado se produjo un paréntesis donde un ascenso de las rentas del trabajo en relación al PIB y el desarrollo del estado del bienestar evitaron el continuo crecimiento de las diferencias.

La crisis indicada y la posterior entrada en escena de un agresivo neoliberalismo de la mano de Margaret Thatcher y Ronald Reagan condujeron a una disminución del intervencionismo del estado, incluyendo el menosprecio por el estado del bienestar -“estado niñera” en palabras de la dama de hierro-, que allanaría el camino, a partir de la caída del muro de Berlín y de la liquidación del sistema soviético, a lo que hoy denominamos globalización.

Pero en los últimos años -debido a las causas antes indicadas y también en parte a la desaparición del miedo a la revolución y la consecuente reducción de la capacidad de negociación de los trabajadores- el ascensor social de aquellos tiempos parece que ha dejado de funcionar como lo demuestra que el porcentaje del PIB correspondiente al trabajo ha caído del 55% en 1975 al 51% en el 2014 (La tendencia a la baja de las rentas del trabajo. FMI). Este fenómeno se ha dado en la mayoría de economías más grandes, incluyendo la pujante China.

Por otra parte, es evidente que no todos los grupos sociales han sufrido por igual la última crisis y esto ha sido debido a la diferente intensidad y nivel alcanzado por el estado del bienestar en cada país. Por ejemplo, en España la crisis ha sido muy profunda y se ha cebado principalmente en las personas con un nivel de formación inferior y en los jóvenes, pero, por el contrario, hasta ahora, el enorme grupo de los pensionistas ha mantenido, e incluso mejorado, su nivel de vida.

Todo ello nos lleva a interesarnos sobre el tercer y último punto: el desencanto sobre el futuro. ! No os perdáis mi próximo post que tengo previsto lanzar dentro de quince días ¡