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DEMOCRACIA O TWITTER

Publicado el 8 de junio del 2017
“Todos sabemos lo que tenemos que hacer. Lo que no sabemos es como hacerlo y salir reelegidos”. Jean Claude Juncker. (Presidente de la Comisión Europea).

 

En los países de tradición democrática se observan dudas crecientes de muchos de sus ciudadanos sobre si este sistema político constituye la  vía óptima para solucionar sus problemas. Las redes sociales y la emergencia económica de países con regímenes más o menos autoritarios no están ayudando a reconducir esta visión negativa.

Finalizada la segunda guerra mundial, y en plena competencia con el sistema comunista de la URSS, la mayoría de países avanzados adoptaron como sistema político la democracia representativa (liberal)  e implantaron políticas socialdemócratas orientadas a la búsqueda de un desarrollo económico y social más equilibrado y a alcanzar lo que se ha denominado como el estado del bienestar. El mercado constituía la base del sistema, si bien se reconocía que éste debía estar en algunos aspectos controlado para evitar distorsiones que perjudicaran su fin último que era, precisamente, el progreso social entendido como  una distribución más equitativa de los beneficios del crecimiento económico y una mejora de las condiciones de vida.

Este mundo de ideales paradisíacos solamente afectaba a unas pocas naciones y se construyó en gran medida a costa de negar los mismos beneficios al resto de la humanidad.

La caída en 1989 del muro de Berlín y la posterior implosión de la URSS coincidió con una nueva etapa de auge del denominado neoliberalismo, que considera que el mercado puede y debe  autorregularse, que el intervencionismo del estado solo produce disfunciones y que el  progreso más elevado se alcanza dando la máxima libertad a los individuos para tomar sus decisiones.

Esta visión del mundo condujo a:

  • La liberalización de los intercambios comerciales entre países (lo que posteriormente se denominaría como globalización) fomentándose la deslocalización de la producción a países con costes de mano de obra más reducidos, principalmente a China y a los conocidos como “los tigres de Asia”.
  • La máxima desregulación de los mercados financieros, cuyas consecuencias fueron la creación de enormes burbujas especulativas debido al exceso de liquidez y a los descontrolados movimientos internacionales de capitales, así como a la colocación masiva en el mercado de productos financieros tóxicos, debido a la búsqueda de rentabilidades imposibles.

Estos excesos financieros llevaron a las economías avanzadas a la gran crisis de los años 2.008 al 2.014, siendo sus principales damnificados la clase trabajadora y gran parte de la clase media, las cuales se sintieron durante este período abandonadas por los sindicatos, por los partidos socialdemócratas y por sus gobiernos, todos ellos  superados por la imposibilidad de afrontar unos acontecimientos que estaban fuera de sus capacidades debido a su  carácter global.

Una vez superado este período, las cosas no han vuelto a ser como antes y estas mismas clases sociales han visto con estupor que, además de haber sido las más perjudicadas por la crisis, tampoco participan en las ventajas de la subsiguiente recuperación y que incluso la mítica sociedad del bienestar corre el peligro de desvanecerse. Esta perplejidad es todavía superior cuando contemplan como, debido a las nuevas tecnologías, el mundo transcurre a una velocidad extrema, imposible de seguir, y que no está claro cuál será su papel en una economía que, posiblemente,  ya no les necesitará.

Las consecuencias de todo ello son, en lo que respecta a los hasta ahora países  avanzados, las siguientes:

  • Unas clases medias temerosas y desconcertadas que ven que peligra alcanzar la tierra prometida del estado del bienestar e, incluso, el simple y hasta ahora nunca cuestionado hecho de que trabajando se podía vivir dignamente. Además no se ven representadas por ninguno de los partidos políticos tradicionales, ni mucho menos por los sindicatos, por lo que se sienten desprotegidas.
  • Unos partidos políticos y unos gobiernos “zombis”, atribulados porque no saben que decisiones tomar, ya que estas no dependen de las variables a su alcance y porque los cambios que se están produciendo sobrepasan su capacidad de comprensión y de gestión. La mayoría de las dolorosas medidas de ajuste durante la crisis fueron impuestas por organismos poco democráticos como la Unión Europea, el FMI y el BCE.
  • Las continuas insinuaciones por parte de determinados países, principalmente asiáticos, de que la democracia no es el sistema que mejor garantiza el crecimiento, porque el exceso de libertad y de controles abocan a la inacción y porque los mandatos cortos no favorecen la toma de decisiones a largo plazo. Según ellos esto explica el mayor crecimiento de los países que tienen implantados sistemas más autoritarios y, en consecuencia, con liderazgos más fuertes y sólidos
  • Las redes sociales que envían inputs permanentemente pero que no invitan a la reflexión ni a la discusión en el ágora, con tendencia a la desinformación y a la concentración de opiniones entre grupos de personas iguales y con la misma forma de pensar, sin escuchar las opiniones de los demás y fomentando la post verdad: los hechos objetivos influyen en la opinión pública en menor medida que las apelaciones a las emociones  y a las creencias personales.
  • Estas  tecnologías de la comunicación fomentan un nuevo tipo de acción directa de los ciudadanos (una especie de “micro democracia en sesión continua” en palabras de J.M.Ganyet ) debido a su influencia en los líderes y en la clase política, mediante la difusión rápida y anónima de noticias y opiniones (veraces o no), sin análisis  ni esfuerzo crítico, a partir de frases cortas estilo Twitter destinadas a los que ya están predispuestos a oírlas

 

Todos los aspectos enunciados, y algunos otros como la partidocracia, la corrupción, etc., producen dudas a muchas personas, principalmente entre los jóvenes, sobre si la democracia representativa continúa siendo el sistema que mejor les conviene en los momentos actuales, en lo que se ha venido a denominar como “fatiga democrática”. Este es el principal motivo por el que cada vez son más los políticos que se presentan como antisistema.

La mejor vía para salvar la democracia es que los votantes  recuperen la confianza (y la ilusión) en los partidos y que unos líderes políticos más creíbles y carismáticos y, en defecto de estos, la sociedad civil proponga soluciones para que el capitalismo intente volver a orientarse hacia el progreso social. Pero,…. ¿nos permitirán los voraces tigres de Asia, y sus ya crecidos y satisfechos cachorros, intentarlo sin que corramos el riesgo de dejar de ser competitivos y, en consecuencia, fuera de los mercados?